STAR TREK - JTK

Star Trek-JTK narra las aventuras de la nave de la Federación de Planetas Unidos -USS James T. Kirk-.

La acción se inicia unos tres años después de los hechos narrados en DS9.

domingo, 4 de agosto de 2019

STAR TREK - JTK XIII // DEL AMOR Y LA GUERRA



PROLOGO

El comandante Laurence Norn se introdujo en las ruinas armado con un bat'leth. Avanzaba despacio, agazapado, con todos sus sentidos alerta. Un ligero crujido a su espalda le hizo volverse con el tiempo justo de detener el golpe de su enemigo, un guerrero klingon armado con un arma similar a la suya. Devolvió el golpe que el klingon esquivo agilmente antes de desaparecer en el interior de uno de los edificios. Norn le siguió, solo para encontrarse con una sala vacía. Se dirigió hacia la siguiente estancia, pero antes de alcanzar el umbral, un sexto sentido le hizo detenerse. Forzando la vista pudo distinguir el fino cable que cruzaba la entrada de lado a lado, saltó por encima, rodó por el suelo y se levantó de un salto con su arma en alto para enfrentarse de nuevo a su adversario, que le había estado esperando tras la entrada.


-Comandante Norn, se requiere su presencia en el puente.

“Mierda”, pensó.

-Computadora, detén el programa.

El klingon quedó congelado cuando ya saltaba hacia Norn.

-Guarda el avance y apaga.

El personaje holográfico y el escenario desaparecieron para dejar paso a las paredes de la holosección.

-Algún día me dejarán correr el programa completo -dijo. Y pulsando su comunicador añadió – Aquí Norn, voy de inmediato.







I

Cuaderno de bitácora, fecha estelar 55714.7. El JTK, en misión diplomática, está en órbita alrededor del planeta Sheba, un firme candidato a entrar en la Federación. Nuestra misión consiste en evaluar a los shebanos y determinar si estos están preparados para ello. Dentro de pocas horas, bajaré al planeta para entrevistarme con Rolen, el presidente del gobierno shebano, me acompañarán dos oficiales, Dela y Grant.

La Rouge y Rolen, paseaban por las calles de Gonara, la capital del planeta, bajo la curiosa, aunque discreta, mirada de sus habitantes. Detrás de ellos, a corta distancia, les seguían Grant y Dela.

-Como le decía, capitán, puede comprobar por si misma que la sociedad shebana ha avanzado mucho socialmente desde la última vez que una nave de la Federación nos visitó. Les tomamos a ustedes como modelo y eso nos ayudó mucho. Nuestro sistema económico permite que todo el mundo tenga lo necesario para vivir con comodidad. Gracias a los médicos de la Federación que nos visitaron, nuestra medicina ha avanzado muchísimo, ya prácticamente no tenemos enfermedades. El delito, es solo un triste recuerdo del pasado...

La Rouge escuchaba pacientemente como Rolen enumeraba los méritos de su pueblo por enésima vez.

-Lo se, presidente Rolen, lo se -le cortó. Y para cambiar de tema, añadió -Gonara es una ciudad preciosa. Todo está muy limpio y cuidado y su arquitectura es realmente soberbia, bella y funcional.

-¿Tal vez le gustaría visitar algunos museos? Verá que mi pueblo también también domina otras artes.

-Lamentablemente, debo volver ya a la nave, mis deberes me reclaman. Tendré que dejarlo para otra ocasión.

-Lo comprendo capitán.

Dela y Grant se habían acercado a ellos al oír las últimas palabras de La Rouge.

-Si no le importa, capitán, a Dela y a mi nos gustaría quedarnos un poco más y probar la gastronomía local.

-Me parece bien, siempre que vuelvan a tiempo para empezar su turno.

-Volveremos a tiempo.

La Rouge pulsó su comunicador.

-Uno para transporte.

Desapareció en el típico fulgor del transportador y Dela y Grant se alejaron en busca de algún restaurante tras despedirse del presidente.

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La subteniente V'Alizia, la exobotánica del JTK, entró en el camarote que compartía con su esposa.

-Ya estoy aquí, Belita.

La vulcana salió del dormitorio sonriendo a causa del diminutivo que le había puesto su esposa.
Hacía poco que se había cambiado el nombre, siguiendo el ejemplo de su superior en la sección de ciencias, la teniente comandante Dela. El prefijo Gal', identificaba a una mujer soltera, pero sin compromiso, algo raro entre las vulcanas. Decidió adoptar un nombre de casada y escogió el de Belena.

-¿Has podido hablar con Norn?

-No, hoy no le he visto en todo el día.

-Yo tampoco. Espero que no tengamos que convocar una reunión oficial.

-No será necesario -respondió la klingon besando a su esposa. -Seguro que mañana una de las dos se tropezará con él.

-Eso espero. No tenemos demasiado tiempo, ya lo sabes.

-No te preocupes, lo lograremos, aunque tengamos que recurrir a otro.

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Dela y Grant siguieron paseando durante un rato.

-Es curioso... si todo es tan bonito y tranquilo en este planeta... ¿No te parece un poco raro que haya tanta policía por las calles?

A Grant no le sorprendió la pregunta de su esposa. El también lo había notado.

-Tal vez estén obsesionados por la seguridad y por quedar bien ante nosotros. ¿Qué tal si entramos en este? -dijo señalando a un restaurante al otro lado de la calle.

-Me parece bien.

Cruzaron la calle y entraron en el local. El propietario salió a recibirles deshaciéndose en elogios a la Flota Estelar y a la Federación y agradeciéndoles que eligieran su “humilde local” para satisfacer su apetito, les acomodó en una mesa apartada, para que no les molestaran las miradas de curiosidad de sus conciudadanos.

-¿Qué desean comer los señores?

-Desconocemos la gastronomía local -dijo Grant. -¿Qué nos recomienda?

Su anfitrión hizo algunas sugerencias que ellos aceptaron. Cuando este se retiró para hacer el encargo, Dela se excusó con su esposo aduciendo que “debía empolvarse la nariz”.

-¿De donde sacaste esa expresión?

-La leí en una antigua novela de la Tierra -respondió, ante la expresión divertida de su esposo, antes de dirigirse a los servicios.

Llegaron los primeros platos y Dela aún no había regresado. Grant esperó unos minutos ese regreso, pero al final empezó a ponerse nervioso. Su esposa nunca se demoraba tanto en el baño. Llamó al propietario y este envió a una camarera para averiguar si la vulcana tenía algún problema. La mujer volvió un par de minutos más tarde, parecía alterada.

-Señor -dijo. -Su esposa no estaba en los servicios, revisé todas las cabinas y solo encontré esto. -Entonces le entregó a Grant un pequeño objeto brillante. El rostro del hombre palideció al reconocer el objeto, Era el comunicador de Dela.

-¿Qué diablos está pasando aquí?














II

-¿Y bien presidente, va a explicarme que esta pasando aquí?

Cuando Grant comunicó lo sucedido, La Rouge, en contra de la opinión de Norn, que veía un peligro potencial a la decisión de su capitán, insistió en bajar ella misma para entrevistarse con el presidente Rolen.

-Le aseguro que no tengo ni idea de quién puede haber hecho algo así ni porqué.

-Presidente, ¿me toma por estúpida? ¿Cree que no he notado la gran cantidad de agentes de su policía en las calles? Quiero la verdad.

-Supongo que fue una idea loca creer que les podríamos engañar tanto tiempo. Está bien, le contaré la situación, ahora ya no tiene sentido continuar con el engaño.

-Continúe.

-Tendremos que remontarnos en el tiempo, en la historia del planeta, hace unos siete siglos. Como ya sabe, aparte de algunas islas deshabitadas del gran océano, Sheba está formado por dos grandes continentes. El continente norte, al que llamamos Copaka y el continente sur, llamado Jirdena. En ese tiempo, eran dos naciones independientes, apenas teníamos relaciones, fuera de las comerciales. Eso cambió cuando el gobierno de Copaka decidió enviar un ejercito a Jirdena, con el fin de conquistarlo y anexionarlo.

-Una invasión.

-Eran otros tiempos capitán, más violentos. Incluso en su planeta se dieron episodios parecidos en el pasado.

-Lo reconozco, continúe.

-Copaka consiguió su objetivo, desde entonces, todo el planeta Sheba ha estado bajo una sola bandera. Pero los jirdos nunca se resignaron. Al principio, nos enfrentaron mediante la guerra de guerrillas y perpetrando atentados terroristas contra las instituciones copaks. En la actualidad, han abandonado la lucha armada e intentan lograr lo que ellos llaman “sus derechos” mediante la negociación política, aunque algunos grupos aislados siguen poniendo bombas en los edificios gubernamentales. Me temo que el secuestro de su oficial es, en realidad, un desesperado acto político.

-¿Y qué están haciendo para rescatar a mi esposa?

-El grueso de nuestro cuerpo policial está investigando por la zona, señor Grant. Ya hemos realizado algunas detenciones y se está investigando a los sospechosos habituales. La encontraremos teniente y se la devolveremos sana y salva.

-Quiero participar en las investigaciones -intervino Grant.

-No creo que eso sea pertinente, nuestra policía...

-Insisto en ese punto, presidente -le interrumpió La Rouge. -Es mejor que colaboremos a que emprendamos investigaciones por separado.

-Está bien, ya que insiste, haré que acompañen al teniente al edificio de detención. ¿Algo más?

-No, de momento. Ahora debo irme, pero volveremos a hablar, señor presidente.

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Norn subió al turboascensor camino de la sala de transportes. A mitad de trayecto el aparato se detuvo para dejar subir a la subteniente V'Alizia.

-Laboratorio -dijo la klingon, y el turboascensor se puso en marcha de nuevo. -Comandante -añadió haciendo un leve saludo con la cabeza.

Norn notó cierta tensión en la actitud de la mujer.

-¿Todo bien, subteniente?

-Si...no...es decir, si señor. - La mujer parecía dudar en decir algo más.

-¿Quiere decirme algo V'Alizia?

-En realidad si, señor. A mi esposa y a mi nos gustaría hablar con usted sobre un tema que nos tiene preocupadas.

-Usted dirá.

-Aquí no... Es algo personal, señor... muy personal.

-Comprendo. ¿Porqué no vienen ustedes dos a cenar a nuestro camarote? ¿Le parece bien hoy mismo?

La cara de V'Alizia expresó alivio ante las palabras de su superior.

-Eso sería estupendo, señor. Será mucho mejor si su esposa está presente, a ella también le afecta, en cierto modo.

-Bien, -dijo Norn sorprendido por esas palabras. -¿A las 2000 horas?

Las puertas del turboascensor se abrieron en ese mismo momento.

-Allí estaremos, señor -respondió la mujer mientras abandonaba el aparato. -Gracias.

Las puertas se cerraron y el turboascensor continuó su trayecto.

“¿Qué se llevarán esas dos entre manos?” -se preguntó Norn.

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Cuando el turboascensor se detuvo en el nivel asignado, Norn se dirigió a la sala de transportes. Llegó justo en el momento en que La Rouge se materializaba.

-¿Cómo ha ido su entrevista con el presidente, capitán?

-Mal señor Norn, muy mal. No se en que diablos estarían pensando los que visitaron a esa gente antes que nosotros.

-¿Qué quiere decir?

Vamos a mi despacho, se lo contaré.

Una vez en el despacho de La Rouge, esta le contó a su primer oficial lo que había averiguado.

-¿Me está diciendo que esta gente tiene una especie de guerra civil y hasta ahora nadie se había enterado?

-Por sorprendente que parezca, así es.

-Y el secuestro de la comandante Dela es un acto político.

-Eso parece.

-Entonces, ¿porqué aún no han hecho sus reclamaciones?

-No creo que tarden mucho. ¿Como va la búsqueda de Dela?

-De momento no tenemos nada. Ya hemos barrido toda la superficie del planeta y hemos empezado una segunda vuelta. Deben haberla escondido en algún lugar donde nuestros sensores no pueden llegar.

-Que nuestros técnicos doblen sus esfuerzos y envíe a un equipo de seguridad ahí abajo para que ayuden a Grant a investigar.

-Bien, me pondré a ello de inmediato.

-Puede retirarse, comandante.

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Grant asistió al interrogatorio de varios sospechosos, pero no pudieron sonsacar nada de ninguno de ellos. O estaban muy bien entrenados o realmente no sabían nada de lo que había pasado. Se despidió del comisario encargado de la investigación y se reunió con el equipo que le habían enviado del JTK para organizar su propia investigación, después se encaminó hacia la habitación que había alquilado en la ciudad, no pensaba abandonar la superficie hasta encontrar a Dela. Era de noche, las calles estaban casi vacías, se detuvo de golpe cuando una figura encapuchada se plantó frente a él. Su mano se dirigió rápidamente hacia su phaser.

-Deje eso en su sitio, teniente -dijo el encapuchado. -No tendría tiempo de usarlo. Cuatro hombres le están apuntando desde las sombras en este momento.

Grant apartó la mano del arma.

-¿Qué quiere?

-Solo que lleve un mensaje a su capitán.

-¿Qué mensaje?

-Dígale que pronto nos pondremos en contacto con ella para negociar la liberación de la comandante Dela

Dicho esto, el encapuchado desapareció tras una esquina sin dar tiempo a Grant a reaccionar.







III

Dela despertó y miró a su alrededor sin reconocer el lugar. Tras unos segundos de confusión recordó lo sucedido. Cuando entró en el baño del restaurante alguien se acercó a ella por detrás y, antes de que pudiera reaccionar, le inyectó algo en el cuello, probablemente un narcótico y perdió el conocimiento. Ahora despertaba en ese lugar.
Inspeccionó la habitación. La puerta, naturalmente, estaba cerrada y no había ventanas. Había el camastro en el que despertó, una mesa y una silla. En un rincón, un pequeño cuarto de baño con un retrete y un lavabo. Nada más. Se sentó en la silla y esperó.

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La Rouge y Norn estaban en el puente de mando, hablando con Grant que seguía en la superficie del planeta.

-Lamento comunicarle que aún no hemos podido localizar a su esposa, pero estamos usando todos nuestros recursos en ello. La encontraremos, teniente, se lo aseguro.

-Gracias capitán. Si me permite, seguiré con mi investigación en la superficie.

-Concedido.

Grant cortó la comunicación y La Rouge se volvió hacia su primer oficial.

-¿Alguna idea señor Norn?

-De momento no capitán.

-Tiene el mando comandante. Estaré en mi despacho, contactando con el presidente Rolen. Quiero saber que está haciendo su gente para encontrar a Dela.

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La puerta de la celda se abrió y dio paso a un hombre con una bandeja con comida y agua. Era un shebano de edad madura, bajo, pelo canoso y usaba lentes correctoras.

-Buenos días -dijo. -Le traigo algo de comer.

Dela permaneció en la silla en silencio.

-No tema, no está envenenada. Si quisiera matarla ya lo habría hecho.

Dela permaneció en silencio.

-¡Oh, claro! Le ruego que me perdone, aún no me he presentado, lo que es una falta de educación... Me llamo Seilar.

-¿Es usted el responsable de este secuestro?

-Si, lo soy.

-¿Porqué hace esto?

-Lo hago por mi pueblo, los jirdos.

-¿Jirdos?

-Los habitantes del continente sur.

-Secuestrar a un ciudadano de la Federación será considerado por mi gobierno como un acto de terrorismo. ¿Qué pretenden conseguir con esto?

-Nuestra libertad.

-¿Es que no son libres?

-Si, libres de hacer lo que los copaks nos dejan.

-Explíquese.

-Nos prohíben nuestra lengua, nuestras costumbres... Nos prohíben todo lo que nos define como pueblo... lo que somos.
Nos acusa de terroristas, pero yo he visto como golpean a los míos solo por hablar en público en nuestro idioma. Los copaks nos llaman asesinos porque algunos de los míos han recurrido a la violencia, pero luego ellos disuelven una manifestación pacífica disparando indiscriminadamente y acabando con la vida de hombres y mujeres, de niños y ancianos, solo porque reclamaban lo que les pertenece por herencia histórica.
Estamos librando una guerra y usamos las únicas armas de las que disponemos...
No soy un terrorista, comandante... Soy un soldado.

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V'Alizia y Belena fueron puntuales. Durante la cena, Norn y Mina demostraron ser buenos anfitriones y no forzaron el tema que había traído allí a las dos mujeres, así que la conversación trató sobre temas banales sobre el funcionamiento de la nave y las respectivas secciones. Terminada la cena, con unas copas en la mano, Belena y V'Alizia sacaron, por fin, el tema.

-Verá, comandante -empezó diciendo Belena. - Dentro de los próximos quince días empezará mi pon-farr. Ya sabe que las vulcanas somos extremadamente fértiles durante esa etapa de nuestra vida. V'Al y yo queremos aprovecharlo para tener un hijo.

-No necesitan mi permiso para ello -respondió Norn sorprendido por la declaración.

-No le estamos pidiendo permiso, solicitamos su ayuda.

-¿Mi ayuda, cómo...?

-Es evidente, que nosotras solas no podemos tener descendencia, necesitamos recurrir a la fecundación artificial.

-¡Un momento! ¿No me estarán pidiendo que...?

-Si, comandante -dijo V'Alizia. -Nos gustaría que usted fuera el donante.

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-¿Porqué tomar a un rehén de la Federación? Su lucha no nos concierne.

Seilar sonrió ante ese comentario.

-Ahora si les concierne. Ustedes negocian con un gobierno que nos está aniquilando como pueblo y dicen que no es cosa suya, que es un asunto interno, pero yo les digo que si es cosa suya. Lo es desde el momento en que metieron sus feas narices en nuestro planeta.
Durante siglos hemos gritado, comandante, y nadie nos ha escuchado. Eso cambiará a partir de ahora.

-Quiere poner otra silla en la mesa de negociaciones.

-Así es.

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-¿Porqué yo? -preguntó Norn cuando se recuperó de la sorpresa. -¿Porqué no un klingon o un vulcano?

-No hay klingons a bordo, señor -dijo Belena. -En cuanto a los vulcanos...ese tema es tabú en nuestra cultura, ninguno de ellos se prestaría a ello.

-Nosotras sentimos un gran respeto por usted, señor -añadió V'Alizia. -Además, nos apadrinó en nuestra boda. No podemos pensar en un mejor candidato.

Norn miró a su esposa con mirada suplicante, en busca de ayuda.

-Es tu decisión -dijo Lars. -Sea la que sea, la respetaré. Después de todo, no es como si te acostaras con ella, y además, legalmente, no será hijo tuyo.

-Yo... Comprenderán que no puedo darles una respuesta sin reflexionar antes sobre el asunto -respondió Norn que aún no acababa de creerse que le hubiesen puesto en tal compromiso.

-Lo comprendemos señor -dijeron ambas al unísono.

-Pero le agradeceríamos que nos comunicase su decisión lo más pronto posible -añadió V'Alizia. -No tenemos mucho tiempo para buscar otro candidato si esta es negativa.

-Está bien, intentaré darles una respuesta en un par de días.

Cuando las dos científicas se hubieron marchado, Norn se encaró con su esposa.

-Muchas gracias por tu “ayuda”, querida.

Lars estalló a carcajadas.

-Deberías haber visto tu cara cuando te lo propusieron -dijo cuando recobró el aliento.

-¡Un momento...! ¿Lo sabías?

-Ambas hablaron conmigo ayer. ¿Puedes creer que me pidieron permiso para hacerte esta proposición?

-¿Lo sabías y no me avisaste? ¿Porqué?

-Cariño...No me habría perdido este espectáculo por nada del mundo.






IV

-¿De verdad cree que servirá de algo?

Seilar dibujó una sonrisa en su rostro que no logró anular la tristeza de sus ojos.

-Si jugamos bien esta carta, la Federación se verá obligada a intervenir y a exigir al gobierno a hacer concesiones. Esas concesiones traerán otras y luego otras más, hasta que lleguemos a un acuerdo que satisfaga a todos.
Lo que quiero, comandante Dela, es que los suyos dejen de esconderse tras sus malditos ideales y se mojen el culo.

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-No me explico como se les pudo escapar a la anterior expedición la complicada situación política de ese planeta.

La Rouge emitió un largo suspiro de frustración ante el comentario de su primer oficial. Ambos se hallaban reunidos en el despacho de la capitán.

-Eso no es lo que importa ahora, comandante. ¿Cómo es que no podemos localizar a Dela? Esta gente no tiene la tecnología para superar a nuestros sensores.

Tal vez la tengan en algún lugar natural donde abunde algún mineral refractario. Una cueva o algo así.

-No es mala idea. Haga que los sensores busquen algo así. Yacimientos de minerales desconocidos, cuevas subterráneas... siga con su idea y manténgame informada.


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Cuaderno de bitácora, fecha estelar 55714.8. Hace dos días que secuestraron a Dela y aún no tenemos noticias de ella. La situación es absurda. ¿En qué estaban pensando los miembros de la anterior expedición a este planeta? ¿Como pudo escapar a su atención una guerra interna? Las ordenes de comandancia son no tomar acciones ofensivas. De momento, los secuestradores no han contactado con nosotros. Supongo que quieren ponernos nerviosos.

Dela estaba tumbada en el camastro cuando entró una mujer con una bandeja. Sin decir palabra se dispuso a dejarla sobre la mesa, pero para ello tuvo que dar momentáneamente la espalda a la vulcana, lo que esta aprovechó para aplicarle la pinza vulcana. La mujer cayó redonda al suelo. Dela la registró, pero no llevaba ningún arma ni nada que pudiera usar como tal. Atravesó la puerta que daba a un largo pasillo que, por lo menos en ese momento, estaba desierto. Se internó en el pasillo con todos sus sentidos alerta. Llegó a un cruce y se dio de bruces con Seilar, este sacó una arma y le apuntó.

-¿Cómo ha escapado?

-Dejé inconsciente a mi guardiana.

-¿Ella está bien?

-En un par de horas recobrará el conocimiento. Aparte de un ligero dolor de cuello, se encontrará perfectamente.

-No debería haberlo hecho. Le aseguro que es imposible escapar de aquí.

-Siempre hay una forma.

Seilar enfundó su arma y extendiendo un brazo le mostró el pasillo por el que él había llegado.

Venga conmigo, se lo demostraré.

Dela siguió a Seilar, a medida que avanzaban, los pasillos iban haciéndose más concurridos. La gente con la que se cruzaban la miraban con curiosidad, pero ninguno de ellos les dirigió la palabra ni a ella ni a Seilar. Finalmente desembocaron en una gran sala, un lugar de ocio, dedujo al ver que la gente estaba allí reunida en pequeños grupos, alrededor de unas mesas, charlando y bebiendo. Una de las paredes era en realidad un inmenso ventanal que dejaba ver el exterior.

-¿Se convence ahora de que la fuga es imposible, comandante?

Dela no contestó. Cuando vio el paisaje que mostraba ese mirador supo porque Seilar estaba tan seguro de sus palabras.

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Habían pasado dos días desde la propuesta de Belena y V'Alizia, Norn convocó a las dos científicas en la sala de juntas.

-He decidido ayudarlas a crear una familia, seré su donante.

-Le estamos muy agradecidas, señor -dijo Belena.

-Siempre estaremos en deuda con usted -añadió V'Alizia.

-Hay una condición, discreción absoluta. Solo ustedes dos, mi esposa, el doctor Bashir y yo mismo, sabremos quién es el padre biológico de la criatura. No me malinterpreten, no es que me avergüence, yo también siento un gran respeto por ustedes, pero prefiero no ser tema de conversación por toda la nave o que empiecen a lloverme solicitudes.

-Lo comprendemos, señor -dijo Belena. -Nosotras también preferimos mantenerlo en secreto.

-Bien, hablen con Bashir para que lo tenga todo preparado para cuando llegue el momento.

Una vez más, muchas gracias, señor.

-Eso es todo, señoras. Pueden retirarse.

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Más tarde, Norn se encontraba en el puente conversando con la capitán.

-¿Han habido progresos en la búsqueda de nuestra oficial científica?

-Nada capitán. Hemos encontrado varios yacimientos de duranita, que como sabe, es impermeable a los sensores de la nave. Pero todos son demasiado pequeños para contener un hueco donde esconder un refugio.

-¡Maldita sea! Cualquiera diría que Dela no se encuentra en el planeta.

Norn miró a La Rouge con cara de sorpresa.

-¡Repita eso! -dijo.

-¿Como hemos podido ser tan estúpidos? -respondió la capitán. -Esa gente tiene tecnología warp.

Norn se volvió hacia el equipo que estaba realizando la búsqueda.

-Olvídense del maldito planeta -ordenó. -Concentren todos sus esfuerzos en el satélite natural de Sheba.

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Grant asistió al enésimo interrogatorio que acabó con el mismo resultado que los anteriores.

-Esto es inútil -dijo. -Déjeme a solas con este hombre.

-No puedo hacer eso -respondió el jefe de policía, un hombre llamado Londo.

-Le aseguro que no voy a hacerle ningún daño. Solo será un minuto.

Después de pensárselo unos segundos Londo respondió.

-Cinco minutos. Después entraré en esta sala y liberare a ese hombre.

-Gracias.

Cuando quedo a solas con el prisionero, Grant se acerco a él.

-Quiero que contacte con su líder, dígale que se ponga en contacto con nosotros lo antes posible. Dígale también, que si le hace algún daño a mi esposa, le encontraré. No importa donde se esconda, y le devolveré el daño por triplicado.

-No se de que me habla -dijo el tipo.

-Claro que no...pero usted hágalo.

Hizo una seña a Londo, que estaba observando desde el otro lado de una mampara.

-Puede soltarlo -dijo cuando el jefe de policía entró.

-He oído lo que le ha dicho. ¿De verdad cree que funcionará?

-¿Porqué no les dan a esa gente lo que piden? Al fin y al cabo, si se unen a nuestra federación, tendrán que hacerlo como un solo pueblo.

-Porque sería una locura. ¿No lo ve? Tal vez ya no pongan bombas, excepto en raras ocasiones, pero siguen cometiendo sabotajes contra las instituciones copaks y continuamente organizan manifestaciones que no siempre son tan pacíficas como ellos dicen. Si hacemos concesiones, exigirán más, hasta que le den la vuelta a la tortilla.

-Tal vez, pero una cosa sé seguro. Aún no he visto a ningún jirdo en su cuerpo de policía, ni ocupando un cargo en su gobierno.









V

La capitán La Rouge estaba en el puente con cara de pocos amigos, algo la tenía muy enfadada. Norn la observaba desde la distancia e iba a hacer algún comentario cuando se abrió la puerta del turboascensor para dar paso a un Ren con aspecto atribulado.

-Diez minutos de retraso, señor Ren -dijo la capitán.

-Lo siento capitán, yo...

-Ya es la segunda vez esta semana subteniente, espero que tenga una buena excusa.

-Yo... lo siento mucho capitán, es que últimamente no duermo muy bien. No volverá a pasar, se lo aseguro capitán.

-Eso espero. Cuando acabe su turno vaya a ver al doctor, que le de algo para dormir.

-Lo haré capitán.

-Bien, ocupe su puesto.

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Dela contempló como el planeta Sheba se ocultaba tras el horizonte de su satélite natural. Ella y Seilar estaban sentados a ambos lados de una mesa en la sala de ocio.

-No lo entiendo. ¿Es que no desean ustedes unirse a la Federación?

-Claro que queremos. Comprendemos los beneficios que esto traería a nuestro planeta, pero no queremos entrar en su federación como copaks, sino como jirdos.

-Solo podrán ingresar si su planeta se presenta como una unidad.

-Lo se. Solo pedimos que se nos reconozca y gobernar Sheba con los copaks, como iguales. Se que en su federación hay otros casos. ¿Que me dice de los trills? Son dos especies distintas y ambas están reconocidas.

-Pero ambas se presentaron como trills.

-Y nosotros ingresaremos como shebanos, pero solo si se reconoce que somos una cultura diferente a la copak..

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Norn entró en la enfermería, donde le esperaba Bashir con una sonrisa socarrona dibujada en su cara.

-Hola, comandante. ¿Preparado para efectuar su donación? -dijo Julián mostrándole un pequeño frasco.

Norn cogió el frasco y le dirigió una mirada interrogativa al jefe médico.

-No me mire así -dijo Bashir ensanchando su sonrisa. -Usted también fue adolescente alguna vez. No creo que tenga que recordarle como... -añadió haciendo un explícito gesto con la mano.

-Es usted muy gracioso, Julián. Debería dejar la medicina y hacerse humorista.

-No creo que lo hiciera mal. Usted aún no ha escuchado mis famosos “chistes de bombillas”.

-¿Chistes de qué...?

-Nada, cosas mías. Si tiene dificultades, puede venir su esposa a... “echarle una mano”.

-Es usted graciosísimo, doctor...¿Donde...?

-Detrás de ese biombo tendrá la intimidad que necesita. Le he dejado un dispositivo con holoimágenes sugerentes, por si necesita inspiración.

-Me parto de risa -respondió Norn enviándole una mirada asesina al doctor. Y se metió tras el biombo.

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Varios minutos después Norn entraba de nuevo en el puente, en esos momentos el oficial de comunicaciones anunciaba:

-Capitán, recibimos una comunicación del planeta. Se ha identificado como Seilar.

-¿Seilar? -intervino Norn. ¿No es ese el líder de los rebeldes jirdos?

-Parece que por fin vamos a conocer sus exigencias -respondió La Rouge. -Localice esa llamada.

-Ya lo he intentado capitán, no es posible, está usando toda la red de satélites del planeta para desviar la llamada.

-Es listo... Está bien, en pantalla.

En la pantalla principal apareció un shebano de edad madura, bajo, pelo canoso y que usaba lentes correctoras.

-Saludos capitán. Me alegra conocerle personalmente por fin.

-Lamentablemente no puedo decir lo mismo.

-Lo comprendo.

-¿Cuando piensa devolverme a mi oficial científico señor Seilar?

-Directa al grano. Me gusta... se presentará usted, dentro de veintisiete horas en un lugar de la superficie shebana de mi elección. Allí discutiremos las condiciones del rescate de la comandante Dela. Antes de que pregunte... ella está bien, no ha sufrido ningún daño.

-¡Ni hablar de eso! -intervino Norn. -¿Que garantías tenemos de que no secuestrará también a la capitán?

-¡Ah! El comandante Norn, ¿no es cierto? Su capitán puede venir acompañada de dos hombres de su servicio de seguridad, armados si lo prefiere. Uno de ellos puede ser el esposo de Dela, el teniente Grant, si usted lo considera oportuno. Nadie va a hacerle daño a la capitán La Rouge. Tiene mi palabra.

-¿La palabra de un terrorista?

Seilar sonrió ante la pregunta de Norn.

-Les envío las coordenadas. Dentro de veintisiete horas.

Seilar cortó la conexión sin esperar respuesta.

-¡No pensará acudir a esa cita!

-Claro que si. Haré lo que sea para recuperar a Dela.

-Lo desapruebo.

-Tomo nota. Ahora prepárelo todo y haga avisar a Grant, me acompañará.

-Haré constar mi desaprobación en mi informe.

-Esa es su prerrogativa comandante. Ahora cumpla mis órdenes.







VI

La capitán estaba, que echaba chispas por los ojos.

-¿Qué le pasa a ese muchacho? Otra vez llega tarde.

Norn consultó el cronómetro, esta vez ya eran quince minutos de retraso. Pulsó el comunicador de su insignia.

-Norn a Ren.

No hubo respuesta.

-Subteniente Ren, póngase en contacto con el puente.

Nuevamente, el silencio como respuesta.

-Computadora, ¿donde está el subteniente Ren en este momento?

-El subteniente Ren se halla en su camarote. Nivel 7, camarote 23.

Norn le hizo una seña a Grant. El jefe de seguridad se puso en movimiento sin más indicaciones. Se dirigió al turboascensor mientras se ponía en contacto con su equipo.

-Quiero dos hombres de seguridad en el nivel 7, ahora mismo.

Minutos más tarde, Grant se ponía en contacto con el puente.

-Aquí Grant. He hallado al subteniente Ren inconsciente en el suelo de su camarote. El doctor Bashir ya está en camino.

-Recibido señor Grant -respondió La Rouge. -Número uno, vaya usted y averigüe que ha pasado.

Cuando Norn entró en el camarote Bashir ya estaba atendiendo al chico. El jefe médico miro a Norn con cara de preocupación.

-¿Y bien doctor? ¿Qué le pasa al muchacho?

Bashir respondió con un ligero movimiento de negación y desvió la mirada a los hombres de seguridad.

Norn comprendió lo que intentaba decirle Bashir.

-Ustedes dos -les dijo a los hombres de Grant, -llévenlo a enfermería. Grant, vuelva a su puesto, yo me encargo.

Cuando quedaron solos, Norn volvió a preguntar.

-¿Qué tiene que decirme doctor?

-¿Ha oído hablar del Triceratol?

-No. ¿Qué es eso?

-Una droga procedente de Ferenginar. Algunos ferengis la toman como evasión. Se trata de un potente hipnótico. Ren sufre una sobredosis de esa droga.

-¿Me está diciendo que el muchacho es un toxicómano?

-Prefiero responder a esa pregunta cuando le haya hecho unos análisis.

-Esta bien doc. Manténgame informado.

Norn subió al turboascensor para volver al puente.

“Nunca lo hubiera creído de ese chico”, pensó. “Y, ahora, ¿cómo se lo cuento a La Rouge?”

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-Capitán, hemos detectado una firma vulcana en el satélite shebano. Está en una base que se suponía abandonada. Hay cientos de personas ahí.

-Fígela y transpórtela a la nave. Avisen al teniente Grant.

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-¿Qué le llevó a esta lucha?

-Es evidente, el amor a mi pueblo y a mi cultura.

Dela y Seilar continuaban en la sala de ocio de la base lunar.

-Tengo curiosidad... ¿A qué se dedicaba antes de convertirse en... un líder revolucionario?

Seilar sonrió ante el comentario.

-Se va usted a reír.

-¿Porqué tendría que hacerlo?

-Era cocinero. De hecho, eso que está comiendo lo he cocinado yo. ¿Le gusta?

Seilar no llegó a oír la respuesta, porque en ese momento Dela desapareció entre el rielar del transportador.

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-La tenemos capitán.

El anuncio venía de la sala del transportador.

-Perfecto, que alguien la acompañe a enfermería y que Bashir se asegure que está perfectamente. Yo iré cuando pueda.

-Supongo que ahora no asistirá a esa reunión con ese Seilar.

-Ya no hay motivo para ello comandante.

-Me deja usted más tranquilo capitán.

La Rouge se sentó en su sillón de mando con aire satisfecho.

-Comuniquen al presidente Rolen que abandonamos la órbita de inmediato. Díganle que el ingreso de Sheba en nuestra Federación queda pendiente de la decisión de nuestros líderes. Díganle también que mi informe será negativo. Cuando esté todo listo pongan rumbo de regreso.

-¿Qué pasará ahora con esa gente? -preguntó Norn.

-Les dejaremos seguir con sus vidas, pero seguramente, la federación les mantendrá vigilados. Tal vez dentro de unos cien años hayan resuelto sus diferencias.

-Esperemos que así sea y no acaben en un conflicto bélico.

-No creo que lo hagan, no son estúpidos. Si realmente desean ser miembros de nuestra federación, llegarán a un acuerdo.

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La Rouge y Norn estaban en enfermería frente a un reanimado Ren que, visiblemente avergonzado, ni se atrevía a mirar a sus superiores a la cara. Bashir ya les había comunicado que la teniente-comandante Dela tenía una salud perfecta.

-Me ha decepcionado señor Ren -dijo Norn. -Yo personalmente lo recomendé a la capitán. Insistí para que ella venciera sus reticencias iniciales y le considerara por encima de otros cuatro candidatos. ¿Y así me lo agradece?

El joven ferengi bajó aún más la vista, incapaz de responder.

-¿En que estaba pensando? -intervino La Rouge. -¿Se da cuenta de que ha puesto en peligro su carrera?

Ren levantó la vista para mirar a su capitán durante un segundo, pero la volvió a apartar de inmediato. Sus lóbulos adquirieron un fuerte color rojo.

-Estoy esperando una explicación plausible, subteniente -insistió La Rouge. -No le creo tan estúpido como para jugar con las drogas solo por diversión.














VII

Grant y Dela se reunieron en su camarote. Tras los lógicos besos y abrazos por el reencuentro, se sentaron en el sofá. Grant cogió la mano de su esposa.

-¿Seguro que estás bien?

-No me han hecho ningún daño. De hecho, me han tratado bastante bien.

-¿Bien? ¡Por Dios, Dela. Te han secuestrado!

-Te digo que estoy bien.

-¿Que clase de gente hace algo así?

-Alguien comprometido con una causa justa.

-¿Les defiendes?

-No, no es eso... Supongo que ese Seilar empezaba a caerme bien.

- ¿No tendrás el síndrome de Estocolmo?

-No digas tonterías, te digo que estoy bien.

-De acuerdo, si tu lo dices... no hablemos más de ello. Estás aquí, conmigo, y eso es lo que realmente importa. ¿Que te parece si vamos a recoger a Alicia? La dejé a cargo de la teniente Mina.

-Más tarde -respondió Dela con una sonrisa pícara. -Primero aprovechemos que nos hemos quedado solos.

-Esa es la mejor proposición que me han hecho en muchos días.

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-Todo empezó cuando una docena de cadetes de mi promoción fuimos enviados a DS7 para realizar tareas de apoyo no bélicas durante la guerra contra el Dominio.

Ren iba desgranando las palabras una a una, con dificultad, como si las hubiera retenido dentro durante mucho tiempo y, ahora, tuviera que regurgitarlas haciendo un gran esfuerzo.

-Al principio, todo fue bien. No nos daban tareas peligrosas, solo éramos unos críos con unas ganas locas de ayudar. Entonces llegó ese fatídico día. El día en que la estación sufrió ese brutal ataque en el que murieron tantas buenas personas, como su prometida de entonces, comandante, la doctora Lilandra.

Yo estaba con dos compañeros en el exterior, reparando uno de los paneles solares. Hubo una explosión, el panel saltó en un millón de fragmentos... Yo me salvé porque me encontraba un poco apartado, pero mis dos compañeros...

No fue la explosión lo que los mató capitán. Fueron los fragmentos del panel... desgarraron sus trajes de vacío. ¿Han visto alguna vez morir a alguien así? ¡Es algo horrible! Hacía solo una hora estábamos divirtiéndonos en la cantina y de pronto...

Ellos... Jarvis... Jarvis era un humano muy alegre, contaba unos chistes de vulcanos divertidísimos... y Luba... Luba era una andoriana preciosa...la persona más dulce que jamás he conocido... eran mis mejores amigos... y, de pronto... sencillamente ya no estaban allí.

Cuando me rescataron, me hicieron una revisión médica. No encontraron nada. Me dieron dos días de baja, para que me recuperara. No tenía nada físico, pero entonces empezaron los sueños... las visiones... Cada vez que cerraba los ojos los veía...

Ren continuaba su historia de forma entrecortada. Parecía como si con cada palabra que pronunciaba le estuvieran arrancando un trozo de su alma.

-Al tercer día, no pude soportarlo más. Llevaba tres noches sin poder pegar ojo... Una y otra vez, en mi mente se repetía la tragedia. Una y otra vez, les veía morir bajo los efectos de la descompresión...

Conseguí la droga y por fin pude dormir sin sueños. La estuve tomando diariamente durante casi un año. Después lo dejé... Al principio fue difícil, pero lo logré. Los sueños no se repitieron más... hasta hace unos días...

Siento haberles decepcionado capitán, comandante, lo siento de veras.

La Rouge, al ver el sufrimiento del muchacho, se sintió incapaz de recriminarle nada en ese momento.

-Descanse ahora subteniente -dijo. -Ya hablaremos de ello más tarde, cuando se haya recuperado del todo. Vamos señor Norn, tenemos cosas que hacer.

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Dos días después, Ren estaba en el despacho de La Rouge, enfrentándose a las consecuencias de sus actos.

-Espero que haya tenido tiempo de reflexionar sobre su situación señor Ren.

-Lo he hecho capitán. Se que mi comportamiento a sido... inadecuado. Supongo que seré expulsado de la flota y acepto ese castigo. Me lo merezco.

-¿Expulsarle? No señor Ren, no se lo pondré tan fácil... Para empezar, le degrado al rango de alférez. Seguirá a rajatabla la terapia que le impongan el doctor Bashir y la consejero Dax. Mientras dure esa terapia permanecerá arrestado en sus aposentos, después, y solo cuando Bashir y Dax digan que está preparado para ello, volverá a sus funciones, pero también pierde el puesto de primer timonel. ¿Alguna pregunta?

Ren mostró una sonrisa de oreja a oreja.

-Ninguna pregunta,capitán.

-Bien, regrese a sus aposentos. Su arresto empieza en este momento.

Ren dio media vuelta con el aire más marcial del que era capaz y se encaminó hacia la puerta. Solo había dado dos pasos cuando se volvió.

-Capitán...

-¿Si?

-Gracias.

-Espero no arrepentirme de esto.

-No le daré motivos para ello, se lo aseguro.

Cuando Ren abandonó el despacho, Norn, que había estado presente sonrió.

-Yo también se lo agradezco capitán.

-El muchacho ha sufrido mucho. Se merecía una segunda oportunidad.









EPÍLOGO


Norn entró en enfermería, donde se encontró con V'Alizia en la pequeña sala de espera.

-¿Cómo va todo, doctora?

-En estos momentos el doctor Bashir está realizando el procedimiento.

-Ya veo...¿le importa si espero con usted? Comprenderá que tenga cierto interés en el asunto.

-Si, claro, es comprensible. No faltaría más comandante.

Ambos se sentaron. Durante un rato permanecieron en silencio pero, en un momento dado, a Norn se le escapó una risita.

-¿Qué es tan gracioso? -inquirió la klingon.

-Perdone, es que estaba recordando como empezaron ustedes dos su relación, y la bronca que tuve que echarles. (1)

V'Alizia también se rió al oír esas palabras.

-Si, aquella radiación realmente nos tuvo alteradas durante unos días. Aunque yo la veo como una bendición.

-¿Porqué?

-De no encontrarnos en ese estado, es muy posible que ninguna de las dos se hubiese atrevido a dar el primer paso.

-Como dice un viejo refrán de la Tierra, “no hay mal que por bien no venga”.

Antes de que V'Alizia pudiese hacer algún comentario, apareció Bashir enfundado en su bata de quirófano, quitándose unos guantes de látex. Miró sonriente a V'Alizia.

-Felicidades, doctora. Su esposa está embarazada.

-Gracias, doctor. ¿Puedo verla?

-Claro.

-V'Alizia se alejó hacia el interior de enfermería.

-¿Puedo hacer algo por usted, comandante?

-No, solo estaba interesado en el resultado.

-Claro, es comprensible -dijo Bashir. Y añadió con una gran sonrisa -¿Qué quiere que haga con el resto de sus “soldaditos”?

-¿Perdón?

-Bueno, podría destruir la muestra, pero preferiría conservarla criogenizada.

-¿Conservarla, porqué?

¡Quien sabe! Quizás algún día esas dos quieran darle un hermanito a su hijo.

Norn contempló el rostro sonriente de Bashir y soltó un bufido.

-Haga lo que quiera, doctor. Solo espero que no vaya esparciendo mi semilla por toda la galaxia -respondió mientras abandonaba la sala.

(1)Ver “Génesis”.

FIN



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